¡SALERO! ¡Que salá que eres! – Le decía todo el mundo a mi hermana , cuando apenas levantaba un palmo del suelo. Yo no tenía sus gracias. Quizás, porque a lo mejor necesitaba tomar más sal. Entonces, comencé a salar las comidas. Incluso la tomaba hasta en el yogurt. -¡No se tiene que abusar de la sal! Al final te voy a tener que llevar al médico, con esa manía que te ha cogido, de salarlo todo. –Me gritó mamá-. La sal se acabó convirtiendo en una autèntica obsesión para mi. Por otro lado, las relaciones con mi madre empeoraban. -¡Pues a Marisol le sienta divinamente! –Grité-. -¡Que caràcter que tiene el niño! –Le comentaba mi madre a una vecina-. Lo diferentes que son los dos hermanos. Uno el sol, la otra, la lu...
Literatura, art i curiositats...
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